La leyenda del caldero

La leyenda del caldero

Cerca de Montserrat, en un refugio escondido al que se accedía por caminos tan intrincados que parecían sacados de la novela Viaje al centro de la Tierra de Julio Verne, vivía una mujer llamada Aura. Aquellos senderos estaban rodeados por una vegetación de un verde intenso, que parecía absorber cada matiz del paisaje. Las mariposas eran enormes y de un azul brillante, mientras los árboles, robustos y frondosos, se mezclaban con grandes rocas que otorgaban al lugar una atmósfera de misterio y serenidad.

Aura trabajaba como cartera en el cercano pueblo de Leuteri y todos los días subía y bajaba andando por esos caminos. Era una mujer de costumbres, y al llegar a casa realizaba un pequeño ritual para ayudar a sus vecinos: recogía piedras y las disponía formando un círculo, dentro del cual ponía la madera caída de los árboles para encender un fuego. Sobre ese fuego, colocaba su caldero mágico.

Pero, ¿por qué Aura tenía un caldero mágico? ¿Y qué hacía con él?

Aura, como muchas mujeres de la historia, poseía una sensibilidad especial. Podía leer, a través de la mirada de sus vecinos, todas esas palabras no dichas, esos sentimientos atrapados en la garganta que nadie expresaba. Así, cada vez que recibía una carta para alguien, la entregaba en persona para observar de cerca esos ojos y descubrir qué palabra estaba atrapada en su interior.

Aquel día le tocó entregar una carta a Helena, una joven tímida que se guardaba mucho dolor. Helena aguantaba en silencio hasta que su cuerpo empezó a pasar factura: respiraba como si estuviera sumergida en el agua, con pequeños sorbos de aire, y una angustia fuerte le oprimía el pecho, bloqueándola por completo.

Aura le entregó la carta, la miró a los ojos, leyó lo que ella no decía y le sonrió con cariño. Luego, regresó a su refugio y comenzó su ritual: llenó el caldero con agua del río que bordea Leuteri, un agua sagrada para todo el pueblo. Tomó una hoja de abedul, escribió la palabra “respeto” —la palabra que había leído en los ojos de Helena— y la repitió tres veces en su mente.

Mientras Aura repetía la palabra, el agua del caldero empezaba a hervir. La intensidad del hervor reflejaba el tiempo que Helena había guardado esa palabra dentro de sí. En su caso, el agua burbujeaba violentamente, señal del peso de sus emociones.

Gracias a ese ritual, Helena encontró el valor para expresar a quien la dañaba cómo se sentía realmente. Y entonces, el fuego del caldero mágico comenzó a bajar de intensidad, porque Helena había entendido su dolor y empezaba a resolverlo.

Muchas veces, las emociones pueden parecer tapadas, pero solo es una solución temporal. Al igual que aprendemos a poner la tapa para protegernos, debemos aprender a bajar el fuego interior, a autorregularnos, y para eso es fundamental escucharnos y comunicarnos asertivamente.

Recuerda, no estás sol@. Si crees que necesitas ayuda para expresar y sanar esas emociones, la hipnosis clínica y otras técnicas terapéuticas pueden ser grandes aliadas para eliminar esos síntomas y recuperar tu bienestar.

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