El miedo forma parte de nuestro adn, nos permite ser lo que somos, seres humanos. En la antigüedad, fue la herramienta por la que pudimos sobrevivir, porque esta emoción cumple un papel fundamental: mantenernos vivos.En psicología decimos que el miedo es un mecanismo de defensa, psicológico y fisiológico. Este mecanismo nos permite mantenernos alejados ante un “peligro”. En muchas ocasiones el miedo es necesario, y bien empleado, puede resultar hasta positivo. La hipnosis clínica es un método que actualmente está dando unos resultados sensacionales en el tratamiento de los miedos. Y es que el miedo, es aquel que nos permite reaccionar ante situaciones que requieren una activación neuronal. Pero, cuando lo escuchamos ciegamente y lo utilizamos como guía… Bloquea. Cuando nos enfrentamos a una amenaza que supera los recursos que tenemos para resolverla, sentimos miedo. Imaginemos una persona que comienza un trabajo nuevo, está muy bien formada, tiene todos los recursos, pero dentro de su trabajo le piden que tenga tres herramientas más que desconoce. Aunque sea un caso simple, esta persona, puede tener miedo a perder ese trabajo nuevo, se puede sentir amenazada por la situación, se puede bloquear y en definitiva, tener miedo.
El miedo, es ese diálogo interno que nos cuenta lo siguiente: -“Hey, necesitas estudiar estas tres herramientas más. Careces de ese conocimiento”En ocasiones, entran en el acto, la exigencia y la impaciencia y añaden: - “Ponte las pilas, espabila que pierdes el tren. Apréndelo ya”. Y vuelve a entrar el miedo con los pelos de punta, blanco como un pueblo del sur de Italia y nos grita:- “¡¡¡Madre mía!!! De esta sí que sí. ¡Vas a perder el curro! ¿Todavía no te has leído nada para lo que sirven éstas herramientas?” Y así, en bucle, te angustias y te paralizas. Además, el miedo es un seductor y te convence de que va pasar, que se hará realidad lo que él propaga y comienza el bloqueo.
Tenemos que volver a ese diálogo interno en son de paz. Sentarnos delante del miedo, la exigencia y la impaciencia, hablándoles calmadamente, con cariño y respeto. Veremos al miedo sudando, casi blanco y muy flaco. La impaciencia está jugando con un bolígrafo, está despeinada y tiene un tic en la pierna, no para de moverla. Y la exigencia, está vestida perfectamente, no tiene ni una arruga, ni en la cara, ni en la ropa. Tiene el pelo perfectamente recogido y está sentada muy rígidamente, casi no puede ni respirar. Y les hablaremos a los tres:
- Chic@s, estamos bien. Os necesito a los tres para que esto funcione, pero tenemos que cooperar. Impaciencia, ya que tienes tanta prisa, llama a la curiosidad y empezad a trabajar juntas para descubrir lo que tenemos que saber sobre estas nuevas herramientas. Exigencia, revisa que todo lo que aprendamos sea lo que necesitamos. Miedo, tú serás el reloj para que esto funcione. Sin vosotros esto no será posible, necesitamos trabajar en equipo.
Y así regulando cada emoción, dándole su lugar en la obra, toda la presión baja y nos enfrentaremos desde otro lugar al miedo. No dejaremos que éste diálogo interno sea el único que nos permitan escuchar estas emociones. Porque, al final del día, son estos diálogos, estos pensamientos con los que realmente convivimos, negociamos, peleamos y hacemos las paces. Es por esta razón, que consideramos la hipnosis un método muy eficaz para reprogramar esos diálogos. A través de esta herramienta, ponemos a cada emoción en un punto exacto y constructivo, sin permitir que ejerzan un poder limitante.