Muchas veces, hemos escuchado la historia de Narciso, el hombre que se ahogó abrazando un reflejo de sí mismo. Pero quizá, pocas veces hemos oído hablar de Eco, y es que Eco, es parte de la historia de Narciso. Pasen y lean:
Tiresias lo predijo: “Narciso tendrá una larga vida, siempre que no llegue a conocer a sí mismo”. Y es que Narciso, era hijo del dios fluvial Celfiso y de la náyade (ninfa de agua dulce), Liriope. Además de ser un joven hermoso, era muy deseado; por aquel entonces le perseguía media Grecia, y él lo sabía, pero prefería dedicarse a la caza y desentenderse de sus innumerables pretendientes.
Eco era una ninfa cazadora del bosque. En una ocasión, ayudó a Zeus en una de sus múltiples infidelidades a Hera, distrayéndola con temas irrelevantes para evitar que se acercara al lugar donde Zeus estaba con las ninfas y darles tiempo para escapar.
Cuando Hera se enteró del engaño, condenó a Eco a permanecer en silencio, sin voz propia, hablando sólo cuando la hablaran y nunca en primer lugar, mediante expresiones cortas y repitiendo siempre la última parte de cada palabra. Desde ese momento, Eco, fue incapaz de hablar por sí misma, careciendo de discurso propio y no pudiendo expresar sus sentimientos.
Una vez que Narciso fue de cacería, se perdió en el bosque y comenzó a llamar a sus compañeros; pero solo escuchó el eco de su voz resonar, así como un crujir de las ramas, por lo que él gritó “-Hay alguien aquí? y Eco respondió: “¡Aquí!”; como Narciso no vió a nadie, volvió a gritar “¡Ven!” a lo que Eco respondió, ¡Ven!, al no acercarse nadie, Narciso dijo “¿Por qué huyes de mí?” “¡Unámonos!” por lo que la ninfa enamorada, se lanzó sobre sus brazos diciendo: “Unámonos”, pero Narciso, contrariado y sorprendido, la rechazó, exclamando: “¡Aléjate de mí!¡ Prefiero morirme que pertenecerte!”.
Eco, al ser rechazada murió de pena y se transformó en rocas, subsistiendo sólo la voz. Antes de morir, Eco, maldijo a su amado: “Ruego a los altos dioses, que cuando estuviere él amando de esta suerte, de esta suerte se esté desesperando”.
Narciso, seguía rechazando a los demás, hasta que un día, la vigésima pretendiente rechazada, pidió a Hera (diosa de la guerra) que le castigara por su arrogancia y fue Némesis (diosa de la venganza) la encargada de cumplir su petición. El castigo, fue condenarle a sentir lo mismo que sintió Eco, cuando Narciso la rechazó.
Un día que Narciso paseaba por el bosque, se sintió cansado y se detuvo a la orilla de un manantial para refrescarse. Miró el reflejo del agua, y se enamoró perdidamente de su propio reflejo, hasta que murió desesperado de amor. Aquel reflejo, huía de él, le rechazaba. Su pena y su dolor fueron tan grandes, que murió de inanición. Su cuerpo desapareció y en su lugar nació una flor hermosa, que ahora lleva su nombre.
Este mito representa el enamoramiento de uno mismo, amén de la curiosidad por sí mismo y la incapacidad de relacionarse maduramente con el otro. El narcisista, únicamente se quiere a sí mismo y rechaza el amor de los otros. El objeto de su amor, es la imagen que él/ella ha hecho de sí mismo.
Pero, la pareja Narciso-Eco, no solo se da en la literatura. Muchas veces, estos dos roles donde uno cree poseer todo y el otro nada, es muy frecuente. Eco, representa la dependencia emocional, sin voz propia, se convierte en una marioneta del otro. Se crean dos roles, el admirado (Narciso) y el admirador (Eco).
Y el conflicto surge cuando Narciso se siente prisionero de Eco y le hace comportarse de una manera desconsiderada y rechazante. Eco, lo vive como una injusticia, pues entiende que le ha dedicado mucha energía a ayudar en el triunfo del otro, y este le rechaza. Esto, aunque a simple vista parece una leyenda, tiene más vigencia de la que creemos. Los roles de Eco y de Narciso, se pueden dar por distintas razones y no constituyen la base de una relación saludable.
Si esta leyenda te ha resonado, te invito a que revises comportamientos. Recuerda que los comportamientos son aprendidos y se pueden desaprender. La hipnosis clínica es un maravilloso método para desactivar hábitos que no nos hacen bien.